Cuando pensemos mucho en el futuro lejano, estará en nuestras manos reorientarlo al futuro más presente.
Es sanador saber reconducir la mente, ejercitar esa gimnasia emocional de enfocar la mirada donde menos daño hace, a aquellos paisajes que nos hacen sanar más que sufrir.
De nada sirve volver una y otra vez a la imagen de cómo seremos cuando estemos desvalidos o a imaginar qué será de nosotros si se nos va la cabeza. Lo que tenga que llegar, llegará y seguro que sabremos afrontarlo. Somos más fuertes de lo que pensamos.
Sin embargo, muchas veces es mejor quitar la luz larga para centrarnos en lo que sí está a tocar con la punta de nuestros dedos. Desplazar hacia un terreno más cercano la mirada hacia lo que vendrá, porque a veces de tanto otear el horizonte se nos escapa la piedra contra la que tropezamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario