—A mí ese tío no me cae mal —protesté—. Lo que ocurre es que no lo soporto.
Desi soltó una carcajada de incomprensión.
Sí, hay gente insoportable que me cae bien. Personas de buen fondo, divertidas al contar las cosas, amables, serviciales, con una vida coherente, nobles incluso, puede que hasta luminosas, pero que a mí me ponen de los nervios.
Con el tiempo uno se vuelve más arisco con las compañías que no provocan bienestar. No hay necesidad de congeniar con quien vibra en distinta onda que la tuya, personas a las que me hace realmente ilusión saludar cuando me las encuentro, pero a las que nunca diré a ver cuándo quedamos.
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