Solo a quien se le ha vuelto loco el corazón sabe disfrutar de su latido, pausado, con una mano en el pecho.
Sentirlo ahí, calmado, rítmico, tranquilo, sano.
Quien no supo de problemas cardíacos da por hecho que ese músculo se mueve porque sí, que no merece que celebremos su buen comportamiento.
Apaga la luz, déjate caer en la cama, pon la palma de tu mano en el pecho y siéntelo. Regocíjate con su tic tac, constante, fiel; firme, perseverante, protector.
Es el pulso de la vida.
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