La gente se indigna muy rápido con cosas que no está obligada a hacer.
Leer este texto, por ejemplo.
Hay que saber que la libertad de uno está también en saber elegir y en huir de aquello que no te gusta, sin tener que montar un pollo.
A mí no me atraen en absoluto los programas de cotilleo, pues no se me ocurre ponerme la sangre negra acudiendo a Tele 5. Respeto que cada cual combata su aburrimiento como quiera o disfrute con esos formatos. ¡Libertad!
A mí hay cosas de mi ciudad que no me gustan, pues no acudo ni las fomento. Hay grupos de música que me cansan, evito escucharlos; vacaciones que nunca haría, pues planteo otras opciones.
Vivir indignado con situaciones que puedes evitar es, más que nada, de torpes.
Meterse en corral ajeno a demonizar la vida de los demás ya sí tiene un componente de maldad.
No tenemos derecho a decirles a los demás dónde tienen que buscar su paraíso.
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