Miras a nuestros vecinos franceses o portugueses y te dices, qué normalitos que son.
El nuestro es, sin embargo, un territorio complejo, desacompasado, a veces delirante.
Yo me agarro a una teoría que hace tiempo elaboré. Mi país es un reflejo más fidedigno de la realidad humana que otros, donde todo es más igual, más homogéneo. Tú vas a Francia y sabes que estás en Francia; a un guiri, en cambio, lo plantan en España, y puede estar en mil sitios.
Nuestro país es como las familias desestructuradas, como las pandillas de chavales, anárquico en los sentimientos, cateto y exquisito al mismo tiempo. Tremendamente contradictorio.
La vida, tan desordenada siempre, es más como nuestra España, caótica en su desorden, pero fuerte y resiliente para sobrevivir.
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