Hace unos días, en el funeral de mi querido tío Yiyi, coincidimos casi todos los primos, hijos de los ocho hermanos de mi familia materna.
Con la emoción del encuentro con personas a las que no veía, en algún caso, desde hacía más de veinte años, tuve tiempo de analizar el influjo que ejercen los padres en sus hijos.
Porque encontraba un cierto ramalazo de cada uno de mis tíos en sus niños, ya adultos.
Quienes se han convertido en más clásicos, en más sociables, en menos encorsetados, en más cariñosos.
Somos también, querámoslo o no, producto de aquellos que nos criaron.
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