Lo difícil es encontrar el equilibrio en esa tarea de defender nuestro castillo. No debemos establecer murallas inaccesibles ni abrir todos los portones.
Creo que lo entendí desde bien pequeño, que mi vida me iba en ello, en asegurar que nadie se pasaba de la raya conmigo, incluso ya siendo un renacuajo.
No me ha ido mal.
El problema empieza cuando se ven enemigos por todos lados y la susceptibilidad se convierte en tu compañera de viaje, pero peor es aún no reaccionar cuando alguien te hace sentirte diminuto.
Ése es el arte de vivir, el continuo aprendizaje para encontrar nuestro lugar en el mundo.
Digno y amigable.
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