Así funcionan las cosas.
Todas las planificaciones, previsiones y comodidades se te pueden ir por el agujero del lavabo en menos que canta un gallo. Cuando menos se lo espera uno, algo se tuerce y uno empieza a sentirse no tan bien en sus propios huesos.
Es por eso que hay que practicar el espíritu de la resiliencia, aprender un poco cada día a entender que no podemos luchar contra el universo, sino que tenemos que asociarnos a él, ser facilones, no tomarnos demasiado en serio.
Estar siempre dispuesto a perder no es de derrotados, es de gente que festejará, con toda el alma, los triunfos.
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