Al menos así lo veo yo, que establezco teorías peregrinas acerca del ser humano a partir de lo que experimento, porque no voy a vivir otra vida donde pueda corroborar si mis elucubraciones son ciertas.
Quitando los años de la primera infancia, cuando te puedes comer una cucaracha si tus padres se descuidan, la adolescencia es una etapa en la que todo nos produce repeluco, ponemos mil pegas a las comidas, nos juramos que jamás probaremos esto o aquello.
Yo me prometí, siendo un chaval, que nunca tomaría café, ni bebería cerveza, ni comería espinacas.
Quién me ha visto y quién me ve.
Cuando uno va teniendo una edad, los sentidos se relajan en su apreciación de las cosas y ya no cualquier tontería te provoca un rechazo extremo, ni te dan grima comidas, objetos o insectos que antes te hacían dar un grito de repulsión.
Total, de algo hay que morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario