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lunes, mayo 22, 2023

Dolor

No hay dolor que sea ridículo.

Todos tienen que ser tratados para evitar que se hagan bola.

Cuando alguien sufre, no debe mirar hacia otro lado por ver si escampa, debe mirar para dentro para entender dónde está el desajuste.

Esta civilización se está rebelando contra ese mirar hacia otro lado que arrastramos desde que el hombre es hombre. Está legislando contra las inercias que han agredido con fuerza al que sufría, porque no estaba permitido sufrir.

No hay que mirar más que un siglo atrás para comprender que la mitad de la población no tenía derecho a voto, ni a separarse del marido, ni a abrir una cuenta bancaria. No está lejano el día en el que una mujer negra se sentó en el sitio reservado para blancos en un autobús de la blanca América. Aún vive gente que sufrió cárcel por ser homosexual. Hasta hace bien poco era un delito abortar. No mucho más lejos que ayer una persona trans era una persona insultada hasta el escarnio.

Todos esos eran dolores que hacían a la sociedad más infeliz y que no han terminado de desaparecer.

Lo que ocurre es que hay grandes inercias que se hacen fuertes cuando ven que se rompen las costuras de sus privilegios. Son los que ridiculizan a los que hemos conseguido salir de nuestras cárceles para decirnos que somos unos privilegiados, lobbies progres que buscan destruir las tradiciones, a la gente 'normal'.

Envenenan el discurso para volver a meternos el miedo en el cuerpo, nos tiran piedras para que volvamos al subsuelo de la ignominia, pero no lo conseguirán.

No nos callarán.

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