Cuando a alguien se le llena la boca al fardar con sus horarios de oficina, mi primer pensamiento es compadecerle.
Salvo que tu empresa te explote y no tengas otra opción, salvo que sea tu propia empresa y temas por su futuro.
Echar doce horas diarias, si no te las exige tu compañía, es falta de eficiencia, sin duda. Darse golpes de pecho por hacerlo es de torpes.
Si uno es responsable, sabe cuándo hay que darlo todo por quien te ha contratado, del mismo modo que hay que saber poner límites. No siempre todo puede ser importante, eso es abuso.
Hay quienes no escapan de la propia paranoia hasta el punto de que solo se sienten cómodos en el curro, quizás como consecuencia de echar tantas horas allí que han dejado baldío todo terreno exterior.
Estemos arriba o abajo, debemos cuidar nuestra salud mental y no confundir los términos. Una empresa con trabajadores que pasan más de diez horas diarios enredados es una empresa que maltrata. Un trabajador que lo hace sin que se lo pidan es alguien peligroso consigo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario