—¿Hablas de Fernando?
La gente buena no suele airear sus virtudes.
—Sí.
Para cuando me contestó ya estaba a cientos de kilómetros de Sevilla. Me hizo una videollamada desde la frontera con Ucrania y noté su emoción.
—Estoy orgulloso de ti.
Él me dijo que el mérito era de los refugiados que habían dejado todo atrás. Junto con otros amigos llegó hace un par de días a Sevilla con 29 ucranianos.
—Ya están todos colocados en sus respectivos alojamientos —me comentó a la mañana siguiente de su regreso—. No veo el momento de volver.
Unos nos dedicamos a soñar un mundo mejor, mi amigo Fernando lo construye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario