Yo padezco a esos compañeros que, ya antes de decirles buenos días, te saludan con quejas de su carga de trabajo.
—Estoy hasta arriba, Salva.
Son personas que despliegan una estrategia inteligente, ya que al mostrar al mundo mundial lo reventado que están, hacen que los demás acabemos cargando con sus mochilas.
Llega a tal punto su teatralidad que, a veces, acaban creyéndoselo. Porque les funciona. Ese punto de ansiedad trabajada que les hace cascarón de huevo para todo aquello que tenga que ver con la solidaridad hacia el otro.
Lo peor es cuando se lleva a la esfera personal y cierran los oídos a la escucha activa de quienes están a su alrededor. No están dispuestos a hacer frente a nada que les suponga esfuerzo.
Escaqueados de la vida.
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