—Estás más gordo, tienes menos pelo, te veo más ojeras, me comentan que no tienes un duro...
A mí me subleva la falsa honestidad cuando no se busca nada positivo, porque hay mil maneras de comentar con la gente que queremos sin necesidad de hacer daño.
No es cuestión de dramatizar por un comentario desafortunado, sino de protestar porque haya siempre quien tenga lista la aguja para pinchar el globo.
La maldad no sólo se libra en los campos de batalla, sino en frases innecesarias de nuestro día a día.
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