No soy vegano, ni animalista, no tengo perros ni gatos, pero sí cada vez una mayor conciencia de que no todo vale.
Tras haber leído la novela Especie, de Susana Martín Gijón, aún se ha hecho más grande mi convencimiento de que hay que legislar para evitar las lamentables condiciones en las que se desprecia la mínima dignidad de los seres vivos que sufren hacinados a pocos kilómetros de nuestras casas.
Sí. Leer también sirve para eso.
Hay mil formas de transportarlos, criarlos, alimentarlos, incluso matarlos sin que la bestia tenga que sentir el terror de golpetazos y cuchilladas.
Sí, ellos se matan entre sí. Pero nosotros tenemos alma.
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