Los colores le subieron y me dio un abrazo. Era un chaval que todavía pensaba en Batman y saltaba por las calles de Manhattan como Spiderman.
Desde entonces, el ciclo lógico de la vida fue apartando a mi sobrino de nuestros fines de semana, de los viajes en coche, de las comidas en casa tras el colegio.
Así que cuando le propuse pasar un fin de semana largo en París todo estaba por redescubrir. A sus diecinueve maravillosos años sus amigos son su mundo, como debe ser. Tardó algo en contestar a mi wasap, pero finalmente lo hizo.
-'Pues vamonooooooooos'
Han sido días de paseos con un hombre. Un hombre, sí. Que comienza a confiar a sus tíos cuáles son sus miedos, cómo ve el mundo, que sabe explicar sus estudios, que tiene claro la importancia que tiene su red de amistades.
Nos habló del miedo a la muerte, de las primeras traiciones, del impacto de la guerra en él.
Lo que más me gustó, sin duda, fue sus ganas de conocer, de no poner una pega, de reírse con nosotros a carcajadas, de querernos como nos quiere él.
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