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lunes, septiembre 26, 2022

Vergüenza

Los vergonzosos tenemos un punto de egocentrismo.

Hay un desajuste que hace que creamos que todo el mundo nos mira. Y el mundo suficiente tiene ya con observarse a sí mismo. 

Yo era de los que de pequeño me escondía tras las faldas de mi madre, de aquellos que enrojecían simplemente con que me dirigieran la palabra, de los que cerraba puertas y ventanas cuando iba a vestirme no fuera a ser que me viera el vecino de enfrente.

Hubo un día en el que un amigo francés ejerció una terapia brutal conmigo. Me convenció, no sin dificultad, para dar un tremendo grito en medio de una avenida abarrotada de gente.

Apenas nadie se giró hacia mí.

Desde ese día tomé conciencia de la mucha importancia que nos damos y de lo pequeñitos que en realidad somos, lo que no es un problema, sino más bien una liberación.

Cuando me asalta el niño tímido que llevo dentro al hacer algo fuera de lo habitual, me acuerdo del grito que un día me atreví a dar y sigo a lo mío.

La gente sin vergüenza es mucho más atractiva.

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