Sibaritas como somos, nos gusta ir probando todo negocio nuevo que abre en Sevilla e, incluso, viajamos a ciudades cercanas para visitar sitios que nos han recomendado.
De Nueva York o Venecia nos gustan los museos, pero también su gastronomía. Es cultura también.
Eso hace que muchos amigos nos llamen cada vez que quieren organizarse una cena romántica o una comida de trabajo.
De esos restaurantes valoramos casi más el trato que la comida, porque uno no va a uno de estos locales a alimentarse, eso es fácil hacerlo en casa, va a vivir una experiencia. A disfrutar. Hemos hecho la cruz a muchos sitios por el trato frío o displicente.
Nos puede, además, el marco, la prestancia, el entorno, la belleza del lugar. Rehuimos sitios donde haya una tele poniendo fútbol o las luces parezcan de hospital.
Luego está, claro que sí, la comida. Nos hace falta una simple mirada a los ojos para entendernos cuando llegan los primeros platos. Nos miramos y nos decimos.
—Esto está cocinado con amor.
O no.
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