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martes, septiembre 13, 2022

Armario

No podría situar en el tiempo la escena, pero una noche, cuando yo era muy pequeño, dormí con mi abuela en su cama.

Me encantaría retroceder hasta ese día y descubrir por qué estaba allí solo con ella. Siempre nos dejaban mis padres a los cuatro hermanos en su casa los viernes noche, para darse su escapada semanal, pero nos recogían de vuelta a casa cuando ya andábamos dormidos en los sofás, con la tele encendida y mi abuela traspuesta.

Así que algo pasó para que, siendo yo un renacuajo, me dejaran a solas con ella.

Mi abuela era grande y tenía un armario enorme. Su dormitorio era un misterio, el único lugar de la casa en el que nunca entrábamos. Recuerdo que abrió las sábanas para acostarme, y que yo tenía miedo de estar a solas con ella. Era muy pequeñillo y pensé que me podía aplastar.

Su armario era un mundo desconocido para nosotros cuatro, porque ahí escondía las cosas más inimaginables. Todo lo guardaba allí, de todo tenía dentro. Casi que se metía en su interior para encontrar lo que uno menos podía esperar. Si nos regalaba cosas, si nos daba dinero, si nos quería enseñar algo, se iba al ropero, metía medio cuerpo, y lo cerraba.

Esa noche, también. Abrió sus puertas, me entró pánico de lo que pudiera sacar de allí dentro, y cogió su camisón.

Yo me hacía el dormido, pero pensaba que si había algún lugar en la tierra donde pudiese esconderse el hombre del saco, ése lugar era el armario de mi abuela.

Fue una noche de terror.

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