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martes, enero 05, 2021

Reyes

A mí tenían que calmarme. 

Incluso contagiaba a mi hermano David, más pequeño y siempre más tranquilo, que acababa subiendo a mi litera y me acompañaba con palmas. Mis hermanas, desde el otro lado de la casa, gritaban que nos callásemos.

Un maldito día, un chaval en clase preguntó:

-¿Los Reyes son los padres?

El profesor lo mandó callar y un murmullo se extendió por el aula, pero ni aun así entendí, o quise entender, la pregunta. Yo creo que David, tres años más pequeño, se enteró antes que yo de la gran mentira.

¡Qué dolor!

En familias de clase media donde lo básico está cubierto y se desprende amor, el descubrir que la magia es inventada es el primer gran sofocón de nuestras vidas. 

Qué bonito es, sin embargo, mientras dura. Porque todos hemos creído ver a Baltasar, al mezclar, con los nervios, sueños con realidad. Ese amanecer en pijama atravesando la cocina para llegar al dormitorio de mis padres. La ansiedad de desenvolver los regalos. ¡Esa primera bici! 

Nos decepcionamos, sí, cuando nos enteramos de que nunca esos vasos de leche se los bebieron sus Majestades, pero no reaccionamos quizás nunca al hecho de cuánto nos querían nuestros padres.

¡Tanto amor!

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