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domingo, enero 17, 2021

Emoción

No hay trabajo bonito sin emoción.

Son muchos años de vida laboral y reconozco que las épocas en las que he sido más válido para mi empresa han coincidido con aquéllas en que conseguí meterle corazón al empeño.

Es más complicado con los empleos fríos. 

Aquéllos que no tienen que ver con la sanidad, la docencia o el arte, donde lo humano y sensitivo está presente aunque no se quiera.

Tiene más mérito conseguir involucrar a equipos que se dedican a producir, por ejemplo, cajas de cambio para un coche. 

No todo va en el sueldo, ni es a base de gráficas que vas a meter en una dinámica de compromiso a aquél que llega a las siete de la mañana a trabajar.

Hay que encontrar en el empleado la parte brillante que hay en él. Estimularla. Valorarla. Darle iniciativa. Delegar decisiones. Ponerlo en su sitio. Agradecer. Reconocerlo siempre cuando cumpla los objetivos. Hablar con él cuando no los alcance.

La teoría es sencilla, sí. La realidad es más compleja.

No hay empleo que no se pueda incentivar con una buena terapia profesional.

Yo necesito buscar en mí la emoción para encontrar el sentido a tantas horas de trabajo, porque si no la encuentro me convierto en mi primer enemigo.

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