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viernes, enero 08, 2021

Pudor

La escritura me enseñó a perder pudores.

Poner tus pensamientos en papel no es sino fotografiar tu alma con una cámara rudimentaria.

Hay que ir cogiéndole el truquillo. Muchas veces la foto sale borrosa, sobre todo en los inicios, pero no hay que dejarse llevar por la inseguridad. No hay mal en querer conocerse y que te conozcan.

Yo mostré esas fotos desde bien pequeño y vi las caras de la gente que las observaba.

Sí, hay quienes por falsa protección me decían, me dicen, que pusiera filtros, que buscase encuadres menos arriesgados, que dejase algo para mí.

Son consejos que hay que saber tomar para mejorar las tomas, el contraste, la luz. No para dejar de intentarlo.

Escribir es exponerse. Tanto que sí. Pero al fotografiar tu alma, y mostrarla, consigues un efecto inmediato en aquél al que se la muestras. ¿Cómo se verá la mía?, se preguntará.

¿Cómo te verás tú?

Cuando buscas esa foto de aquello que no se ve, estás haciendo una gimnasia neuronal, porque la cámara de fotos es interna, con lo que, además, al engrasarla y revisar sus engranajes, cuidas de ti como persona.

Pasearse por las redes, por el mundo, es un festival de fotos de gente hermosa que nos recuerda a cada paso nuestros físicos limitados.

Escribir es invocar la belleza que no se viene abajo con el tiempo, a la que no se le caen las carnes ni le salen michelines.

No hay vergüenzas cuando, al escribir, fotografías tu corazón.

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