Uno tiene que ser consciente de lo que quiere ser, aunque nunca lo consiga.
Lo contrario es dar bandazos y andar así, en zigzag, desestabiliza incluso a la mente más privilegiada.
También hay que afirmarse en lo que uno no quiere para sí mismo y rehuirlo con igual determinación.
La coherencia es una virtud infravalorada. La persona que la posee desprende un aroma de seguridad que atrae al más impermeable.
Quien tiene un rumbo vital definido es difícil que ande solo por el mundo, porque el mundo está necesitado de referentes que marquen el camino.
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