No es lo mismo disfrutar de un helado, que disfrutar del helado y del hecho en sí de disfrutarlo.
Ocurre con los perros cuando los ves corretear por la playa: son felices sin saber que lo son.
El saberlo, distinguir esos momentos, potencia el placer de sentirse bien en tus huesos.
Veo muchas situaciones en las que una determinada persona está entregada a una pasión, pero no se permite el lujo de recordárselo a sí misma. Ocurre incluso en asuntos laborales, familiares, cotidianos. Momentos en que me gustaría para el reloj, zamarrear a quien tengo al lado y decirle: "esto es la vida, la estás disfrutando y no te paras de quejar".
La ecuación es tan rara que incluso puedes ser feliz... con la felicidad de los otros.
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