Loca siempre por viajar, lleva años repitiendo que no conoce esa ciudad. Así que nos guardamos la sorpresa para un fin de semana que pasamos en Portugal.
—Tenemos que contarte algo —le dije, y Fran no me dejó seguir hablando.
Cierto, habíamos quedado en que se lo soltaríamos en uno de nuestros sitios favoritos para cenar, un local en el que nos encontramos como en casa, tiene música en directo y la noticia iba a sonar mejor.
Llegada esa noche Raquel quiso saber qué era eso que nos traíamos entre manos.
—Que nos vamos a Roma por tu cumpleaños.
Fran me volvió a reñir. Tampoco podía dar esa información. Debíamos hablarle de un viaje pero no especificarle el destino.
Soy un revienta-sorpresas, porque nunca sé qué, cuándo y cómo tengo que contar las cosas.
Se escapa el niño impaciente que hay en mí.
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