Viven por y para ella, echan 12 horas diarias, no se despegan del correo en todo el fin de semana, te bombardean a mensajes en cualquier momento del día, no tienen tema de conversación que escape del negocio. Se alimentan de sentirse necesarios. De creer que sin ellos todo se vendría abajo.
El otro día me hablaban de alguien a quien despidieron y que casaba al pie de la letra con esa definición de imprescindible. Él se veía así.
Al día siguiente de que lo echasen, deprimido en su casa, sin despertador que sonase, se decía "no sé hacer otra cosa, ni tengo a quién recurrir".
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