Siendo una semana más corta y para atemperar un poco el estrés de mi nuevo cargo, decidí teletrabajar estos días en Portugal, así que el domingo no me volví para Sevilla con Fran.
El apagón en el Algarve fue especialmente virulento, porque perdimos rápidamente la conexión a internet y, con ello, la capacidad de saber qué estaba pasando.
Sin conocer la dimensión de la crisis, practiqué el estoicismo de trabajar hasta que mi ordenador acabó la batería, mientras observaba como la del móvil no paraba de bajar sin posibilidad de hablar con nadie. No tenía un coche donde enchufar el teléfono o escuchar la radio.
Decidí hacerme una ensalada de alubias, busqué mi ebook y me puse a releer 'Crimenes imaginarios' de Patricia Highsmith, porque no dudaba de la llegada de mi ángel redentor.
A eso de las siete de la tarde sonó la cerradura.
El amor también es esto.
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