Este desagrado se debe no tanto a la necesaria presión por obtener resultados, sino a la manera en que se maneja la gente para conseguirlos, a partir de malos modos que destruyen lo hermoso que puede encontrarse en colaborar en equipo para conseguir las metas que nos proponen.
No hace mucho, una de las personas que más hace por complicarme la existencia me reconocía:
—Lo que más aprecio de ti es tu espíritu positivo, Salva.
—A estas alturas de mi vida —le respondí, tras agradecerle el comentario—, no pretendo cambiar.
Pese a que haya días en los que apetezca dar rienda suelta al descorazonado trabajador que hay en mí.
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