En una de esas cenas que nos regala la vida, Elisa, querida amiga y reumatóloga, nos hablaba de su nuevo residente MIR.
—Un joven brillante —decía—. Memoriza términos imposibles, tiene siempre la respuesta perfecta.
Eficiente, comprometido, dispuesto. Pero distante con el paciente.
Elisa, tras observar todo su potencial, le propuso darle un consejo. Él, pensando que le recomendaría algún libro o curso, le respondió que sí.
—No te desprendas nunca del espíritu compasivo.
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