Tras de mí, la saludó un compañero de mi equipo. Ella, en un gesto algo brusco, le lanzó la mano para evitar el beso.
De pronto, me sentí culpable.
Es cierto que nos han educado, en España, en el beso a las mujeres como muestra de cortesía. Tan cierto como que, a día de hoy, ellas toman la decisión de si les apetece o no.
Lo hablaba hace unos días, en una convención en la que participaba, con una ejecutiva de la compañía que organizaba el acto.
—Es la mujer quien decide la forma de saludo —me explicaba, tras darme dos besos.
Hay quien puede ver aquí una muestra de feminismo trasnochado, yo, por mi lado, considero sano que todo se replantee, por mucho que la tradición nos lleve a situaciones violentas.
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