En el entorno laboral son habituales los roces, más o menos desagradables, al tener que tratar con personas que no ven las cosas, o las formas de hacerlas, de la misma forma que tú y estar obligados a entendernos.
Suele ocurrir que ninguno tiene toda la razón.
Cuando llegan esos momentos, una vez que se resuelven, soy partidario de analizar qué ha podido pasar con aquel compañero con quien ha ocurrido el conflicto, para evitar que se repita en el futuro.
Es una dinámica que recomiendo, poner las cartas encima de la mesa para salir creciendo los dos.
Normalmente funciona.
—Oye, perdona, creo que este asunto no estuvimos acertados.
La sorpresa llega cuando uno admite en voz alta lo que ha podido hacer mejor y la otra persona, tras escucharte, no asume el menor reproche.
—¿No tienes ninguna autocrítica que hacerte?
—Por supuesto que no.
Pobre infeliz.
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