El azar quiso que diésemos con un restaurante, el Barra Baja, recién abierto días antes de que apareciera el covid. Una pareja joven, catalana ella, sevillano él, se las veía y deseaba para mantener el negocio a flote.
Comimos tan bien, nos trataron ¡tan bien!, que volvíamos cada semana. A veces, éramos los únicos comensales en toda la noche. Pero apostamos por ellos, trajimos gente, hablamos maravillas de su cocina. Pusimos nuestro pequeño granito.
Su buen hacer hizo el resto. Cuando hay calidad y al cliente se le trata bien, la recompensa suele venir.
Años después, una noche, tras cenar y cuando ya salíamos, nos dijeron.
—¡Esperad un momento!
Yo agarré a Fran y le dije que nos llamaban. Pensé que nos invitarían a un chupito.
Entonces aparecieron, desde la trastienda, con mi novela 'Nunca sabrás quién fui'.
—¿Nos la firmas?
Amor con amor se paga.
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