La realidad, sin embargo, nos señala que un porcentaje elevadísimo de la población mundial no conoce otra cosa. Es más, hay quienes en las democracias votan por convertirse en ese tipo de nación. La que censura, la que no protege, la que no escucha.
He trabajado en países donde no hay acceso libre a internet, ni sindicatos, ni derecho a reclamar. Lugares donde se obedece.
Cualquiera podría decirme que qué más da. También somos borregos del sistema en nuestra sociedad.
Yo, sin embargo, defiendo con ardor que luchen ideas entre sí, las que me gustan y las que no, y las votemos, porque nadie, nunca, tiene toda la razón. Que los derechos sociales se conquisten en parlamentos, que los líderes políticos estén sometidos al poder de la justicia, que no haya cárcel por pensar libremente y exponer las ideas propias.
Son millones de personas bajo el yugo del dictador que no se pueden revolver contra el sistema.
Ciencia-ficción hecha realidad.
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