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domingo, octubre 03, 2021

Hostia

Estaba trabajando en Valladolid en las fechas en que la ciudad celebraba las Fiestas de San Mateo.

La parte alta de mi espalda, por esos días, andaba muy dolorida, lo que no me coartó para adentrarme por las calles del centro y así investigar en qué consistía esa celebración.

Los andaluces, educados en un castellano suave, de pronunciación redondeada, siempre nos sorprendemos con el español de las gentes de la Meseta, tan marcado en sus terminaciones, categórico, rotundo.

Me paseé entre las casetas, sin decidirme a instalarme en ninguna. Ofrecían cervezas, vinos, pinchos, quesos, cubatas. Yo sólo pensaba en la espalda y entendí que un par de cañas no vendrían mal para olvidar la punzada continua cerca del omóplato. Esa misma tarde había ido a un fisio y me había rociado bien de una crema que olía a eucalipto.

Déjatela unas cuantas horas, para que haga efecto.

Por fin me introduje entre la multitud para pedirme mi cerveza.

El camarero olió la crema de mi espalda y soltó a voz en grito.

¡Aquí alguien se ha pegado una hostia! Dios, ¡que me huele la caseta a Reflex!

Yo me hice el loco y salí de allí. 

¡Cómo impone el castellano de Castilla!


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