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sábado, octubre 09, 2021

Colapso

Uno de los defectos de fábrica con los que nací es el de mi incapacidad para controlar mis emociones.

Ayer asistí a una charla muy esperada de mi admirado escritor Jesús Carrasco. Con un delicioso saber estar, nos narró durante una hora, ante un público entregado, sus aprendizajes de media vida apegado a la creación de novelas, la escena de su padre leyendo en casa, sus historias fallidas, la capacidad de reinventarse, el poder de la lectura.

Cuando supe que la última media hora se permitirían preguntas desde el patio de butacas, estructuré en mi cabeza la que yo llevaba años queriéndole hacer. Porque a mí no me convenció 'Intemperie', la novela que lo llevó a ser un autor de culto, pero sí me convencía él como persona y, sobre todo, su última obra, 'Llévame a casa'.

Tras reordenar el discurso en mi cabeza levanté la mano y me acercaron un micro. Fue decir la primera frase 'voy a polemizar contigo' y sentí que se me agarraba la garganta, que la sangre comenzaba a fluir desordenada a borbotones y que no llegaría con calma al final de mis argumentos. Escucharme a mí mismo hablar emocionado me hacía sentir más ridículo aún. No sé donde termina la hipersensibilidad y comienza la inmadurez.

Conseguí hilvanar, con mucha dificultad, el razonamiento y él me contestó con toda la humildad.

Al salir, le confesé a mi amigo Isaac lo infantil de mi descontrol.

—Ha sido muy emocionante tu emoción —me dijo, cariñoso.

El día del funeral de mi padre mis hermanos me animaron a escribir unas palabras. Escribí mi texto más bonito. Sin embargo, cuando llegó el momento de levantarme a leerlo, no pude. Supe en ese momento que hubiera entrado en colapso y mi padre no se merecía eso.

Cuando la emoción me sube por las piernas, me agarra entero y pierdo el tono, la calma y la razón.

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