En muchas ocasiones, me ha salvado. Sobre todo en el trabajo. Hay gente muy mediocre que se toma por interesante, que te suelta discursos soporíferos sobre temas que consideran transcendentales.
Entonces yo los miro a los ojos, pongo cara de atención y vuelo hacia territorios menos ásperos que los que me ofrece quien no me interesa.
Mi cualidad, bastante simple, consiste en retener dos o tres conceptos. Encadenarlos y anclarlos en mi memoria de las cosas prácticas. Este señor me ha querido decir que para conseguir cuadrar el presupuesto de una determinada fábrica es necesario disminuir el gasto en herramientas. Punto. Para ello ha necesitado veinticinco minutos, ponerse doce medallas, hablarme de lo ocupado que está y de lo malos compañeros que son aquéllos con los que comparte despacho.
Si fuéramos más directos con los temas terrenales, ganaríamos tiempo para extendernos en aquello que nos hace realmente crecer.
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