Pero en esa segunda visita todo salió mal. El tipo de la puerta nos trató con cierto desprecio, sin imaginar hasta qué punto estaba echando por tierra nuestras expectativas de disfrute. Nos levantamos de la mesa antes de pedir y preferimos dejar en la memoria aquella primera vez.
Cuando viajas mucho y eres curioso, compruebas que no hay lugares en los que se suba al cielo. Por muy hermoso que sea un restaurante, una plaza o un paseo fluvial, debes ser tú el que ponga el punto justo de emoción para convertir aquellos lugares en algo especial.
Hay quien no se emociona en ningún sitio, y encuentran pegas a todo por muy maravilloso que sea, porque se cree que los sitios tienen magia, sin saber que la magia la debes poner tú.
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