Yo salí del coche, me fui hacia él y empecé a gritar ¡ambulancia!
Me impresionó la gravedad de su herida, que él no se veía, tumbado en la calle. Así que le cogí la mano y le dije que todo estaba bajo control. No olvido la fuerza con la que me agarraba.
No tardaron en llegar a asistirlo y yo me escabullí de allí.
Impresionado por el accidente, la mañana siguiente compartí la experiencia con mis compañeros de trabajo.
Días después uno de ellos llegó con un periódico y me lo acercó. Una persona anónima, en una carta al director, agradecía a aquel desconocido que unos días antes le tomó la mano al destrozarse la pierna con su moto.
Las historias de amor se construyen de muchas formas, aunque sean estrellas fugaces.
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