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jueves, mayo 27, 2021

Baño

Yo no llegaba con el cuello al lavabo cuando mis padres decidieron reformar el cuarto de baño.

Fue toda una aventura, porque nos tuvimos que ir unos días a casa de la abuela mientras duraban las obras. No sé por qué, a mí siempre me han maravillado los cambios.

El caso es que volvimos unos días después y yo caí entusiasmado al contemplar el resultado. Los azulejos habían cambiado hacia unos tonos ocres y un espejo enorme presidía el espacio. Grifería nueva, muebles de cristal, una gran bañera.

Yo era muy chico por entonces, pero tengo grabada en la cabeza la impresión que me causó. Tanto fue así que yo a duras penas admitía que, quizás, en algún piso de ricos de algún rascacielos de Nueva York o, si acaso, en el Palacio de Versalles, pudiera haber un cuarto de baño más bonito que el nuestro. En ningún otro lado más.

Ahora, cuando visito a mis hermanas en esa casa, siempre tengo un pensamiento, al asomarme allí, para ese enano que fui.

Cuando uno no conoce otro mundo, en su ingenuidad, piensa que el suyo es el más hermoso de los mundos posibles.

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