Mucha gente, pero menos de la prevista, nos permitió llegar en rigurosa fila a la tumba de Francisco.
Apenas nos dejaban pararnos, pero el cuerpo me agradeció ese homenaje.
Entre tanta riqueza como el cristianismo ha acumulado en iglesias y obras de arte, allí estaba la piedra lisa sobre un hombre bueno, una flor y apenas su nombre como reclamo.
Franciscus.
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