Por Torneo caminaba, con prisa contenida, una chica negra. Me paré en el paso de cebra, aunque tenía tiempo de sobra para atravesarlo antes de que ella llegara, sorprendida por mi gesto.
Frenó su ritmo para permitirme avanzar, pero yo no quise. La invité con la mirada a que no se detuviese. Ella recompuso su bolso, volvió a mirarme y se lanzó a cruzar la calle.
Sí, no lo habría hecho con un hombre blanco. Este no necesita que le hagan saber que existe, porque ya vive con esa certeza.
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