Una noche de fin de año, con la euforia del champán, me asomé a la terraza de mi amigo Alfonso. Un par de chavales me felicitaron desde la calle y yo les animé a subir.
Les presenté a todos mis amigos, les ofrecí una copa y continué a lo mío, hasta que Alfonso vino a buscarme.
—¿Tú de qué conoces a estos dos?
—De nada. ¿Por qué?
Habían robado el bote más caro de colonia del baño. Por suerte los cacé antes de que se fuesen y les hice sacar todo de los bolsillos, con una autoridad que a mí mismo me sorprendió.
—Vergüenza me dais —cogí el tarro y les grité—. ¡Fuera de aquí!
No sé si es sano pensar, de primeras, que todo el mundo es bueno.
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