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sábado, octubre 01, 2022

Adolescentes

Vemos a los jóvenes con el bigotillo incipiente y a las niñas con el pecho recién insinuado, e inmediatamente pensamos en lo bien que viven.

Relacionamos felicidad con juventud cuando, al menos en mi experiencia, la adolescencia es la etapa vital en la que más se acaba sufriendo, porque todo son incertidumbres acerca de qué serán, con quién acabarán, en qué trabajarán si consiguen no quedarse atrás, no volverse bichos raros, encontrarse solos en un futuro que los podría tragar con sus grandes fauces para llevarlos a un universo que se presenta ingestionable, en un período en el que, para provocar aún más el caos, aparece el sexo como regalo y como tabú.

En medio de una incontrolabe explosión de hormonas que los convierten en cobayas químicas, en la adolescencia todas las decisiones son arriesgadas, más arriesgadas en todo caso que las que tomamos cuando nuestra vida se compone de ciertas certezas.

Tomar partido por uno u otro amigo, estudiar esto o aquello, recluirte en tu habitación o golfear, vestirte como el vecino o convertirte en gótico. Todo se hace un mundo, porque empiezan a entender que decisión que tomen es camino que dejan de recorrer.

Yo los veo en corrillos por el centro de la ciudad, lacios, de risa fácil, arrejuntados como en rebaño y me digo ¡qué despistados están!

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