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martes, octubre 18, 2022

Bethania

Eran las tantas de la madrugada y yo había pasado la noche en la discoteca donde ponían copas mis hermanas.

Estaba descubriendo la vida, todo por entonces era novedoso, incluso esaos chupitos que me hacían perder, por primera vez, la compostura.

Mi amigo Quino estaba en Brasil de prácticas y me trajo un disco de María Bethania, con quien caí rendido de inmediato. Tenía puestas sus canciones a todas horas y las sabía recitar con un portugués destartalado.

Esperé a que mis hermanas terminaran de currar, ya casi amanecía, y les propuse, a ellas y sus amigos, con la borrachera propia de un adolescente, cantarles una canción de la Bethania.

Chega de tentar, dissimular e disfarçar e esconder o que não dá mais pra ocultar... Aún recuerdo hoy la letra, de esos tiempos, en carne viva.

Los tenía en corro, en torno a mí, pero tantos ojos me hacían perder el hilo de la letra. Se reían a carcajadas y yo suplicaba por que me dejaran empezar de nuevo.

Chega de tentar...

Y me perdía otra vez. Iba perdiendo el equilibrio. Abría los brazos para cantar y volvía a equivocarme. 

Así hasta que me caí de espaldas, en forma de cruz. No tuvieron reflejos para evitar la caída y allí seguía yo, bocarriba, cantando por la Bethania.

Desinhibido, dolorido, feliz, con todo el futuro abrazado en esos brazos abiertos.

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