Como mi padre.
Hay tantos tics heredados, tantas miradas en el espejo en que lo veo en mí, tantos andares con los brazos cruzados atrás como él, tantos '¡ea!' para terminar una charla que siento que la grandeza de la vida se me muestra a diario en pequeños gestos. Ese transitar como un eslabón más de la cadena natural, casi animal, en la que consiste existir. Las mismas piernas, el mismo poco pelo, los ojos achinados y esa risa ronca.
Su impaciencia, sus ganas de calle, su ansia por aprender.
Todo lo conserva en mí.
Recordando su figura de viejo, veo al viejo que pretendo ser. Elegante, educado, buen conversador.
Cuando compruebas las trazas de tus padres que hay en ti comprendes la eternidad.
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