Conforme abro con llave el portal, espero a que este se cierre para pulsar el botón de apertura. Al atravesar la puerta del patio, la retengo para que quede encajada. Una vez que subo a casa, me preocupo de dejarla abierta para evitar que Fran tenga que buscar sus llaves.
Hay días, escasísimos, en que escucho el tintineo de sus llaves y me maldigo por haberme olvidado de él.
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