No es algo habitual, pero tengo dos o tres nombres en la cabeza de gente cercana que utilizan su mirada con el abuso que da la insensibilidad.
A mí me gusta jugar al juego de quién aguanta más la mirada. De tus ojos a los míos. Cuando se conversa desde la madurez no hay nada más rotundo que establecer ese hilo invisible entre las pupilas, en las que me meto yo y en las que dejo que te metas tú.
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