Yo era un chaval atractivo no por lo físico, sino por mis ansias de comerme el mundo, de experimentar, de conocer, de entregarme a lo que la vida mi ofreciese. Un hombre así es rápidamente calado por una mujer sensible.
Entonces aparecía el pánico a defraudar, a mostrar mi sexualidad, a decirles no me gustas, porque no me podían gustar en el sentido que los dos hubiésemos querido.
Aún hoy en día hay circunstancias en las que una mujer se me acerca, coqueta, y se me revuelve el estómago con los miedos de mi juventud de entonces.
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