Todo empezó pronto y en la casa de un amigo. Yo era un mico pero ya sabía que allí no. Me desagradaban las fotos, las banderas, los comentarios, la forma de hablar.
Decidí, bien pronto, dónde no. Lo que fue una casa se convirtió en muchas otras, y las casas se convirtieron en barrios que me disgustan.
A día de hoy mis autorrestricciones se transformaron en países a los que nunca iría. Por lo que votan, por lo que odian, por lo que representan.
En toda sociedad hay gente buena, sana, inteligente, culta, pero yo no quiero visitar lugares donde se alaba la violencia, se denigra al diferente, se vota en negro, se pone a la religión por encima del hombre, la tradición sobre el respeto, donde se infravalora a la mujer.
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