No meterse en líos es meterse en líos.
Cuando uno renuncia a investigar, a enredar, a maquinar, a curiosear está plantando las semillas de un período chungo en lo emocional.
Si a la mente no se le da caña la mente se vuelve tonta. Nuestro coco necesita la gasolina de un libro, de pensar en un viaje o conocer a alguien nuevo, muere por aprender, ya sea una receta o el alfabeto japonés.
En el momento en que caen los estímulos nuestro espíritu envaguece, hasta acabar por protestar por cualquier sorpresa que traiga el día a día, se vuelve gruñón, irascible, desde el momento en que le rompen ese no hacer nada al que se ha abocado.
Existir es cambiar. En cuanto decides no hacerlo te conviertes en estatua de sal.
Hay que decir que sí, hay que meterse en líos.
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